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| Capítulo 7 (traducido por Anaid) | |
| | Autor | Mensaje |
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Beauty Admin
Cantidad de envíos : 133 Fecha de inscripción : 15/03/2009 Edad : 36
| Tema: Capítulo 7 (traducido por Anaid) Miér Jul 08, 2009 11:24 pm | |
| 7 MIRANDA NO LO PODÍA CREER.
¿Jonas Hayes? ¿Este asustadizo anciano que hablaba incoherencias en frente de ella? ¿Con la cara asustada e incipiente barba? ¿Y con la mirada vacía como el hombre de la fotografía?
Porque ella sabía cómo era su abuelo, guardaba su foto.
Aunque su mamá se la había quitado la primera vez y la había vuelto a guardar en la caja en el estante más alto del armario. Aunque su mamá le había prohibido acercarse a ese armario otra vez. Miranda lo había hecho de todas formas
Esperó a que su mamá se fuera de la casa, y en la siguiente oportunidad que tuvo tomó la fotografía y la escondió en un nuevo lugar secreto, junto con sus más queridos tesoros.
La había visto muchas veces.
Y en ese terrible día del huracán—por alguna extraña razón que aun no comprendía—sintió una extraña necesidad de sacar la foto de la tabla floja de debajo de su cama y guardarla en el bolsillo de su pantalón.
Ella amaba esa foto. Cuando su mamá y ella se mudaron, la colocó, arrugada y con los bordes doblados debajo de su colchón para protegerla. Ni siquiera tenía que verla para recordar el rostro de su abuelo—había memorizado ese rostro perfectamente a través de los años. Esa amable mirada, un poco asustadiza. Escarpado y sumamente delgado, con una espesa cabellera de cabellos cafés encanecidos. Con su muy bien ajustada barba, largos brazos, y aquellos tristes y hundidos ojos—de un pálido azul y descoloridos como su traje de lino de verano.
¿Y ahora esto?
¿Este delirante lunático, que apenas se podía mantener de pie?
No, el no era su abuelo.
-“El no es” le dijo Miranda a Roo en un murmullo.
-“Sí, él es.”
-“Estas loca.”
-“No.” Roo le contestó. “Es él.”
-“¿Por qué no puedo verlo?” la voz del anciano era casi suplicante “Soy su única oportunidad…”
Mientras volvía a mirar hacia los arboles, Miranda pudo jurar que su piel se volvió más pálida bajo las capas de mugre. Se dio cuenta de que Etienne caminaba hacia él. Y ahora que el shock inicial había pasado, todos empezaron a moverse cautelosamente detrás de ella, sus voces bajas y sordas.
-“…¿qué infiernos está haciendo aquí?”
-“…le pertenece a una camisa de fuerza—“
-“Shh, no dejes que Miranda te escuche…”
Pero Miranda ya había escuchado. Su corazón latía muy deprisa, pensó que explotaría.
-“Esta bien Jonas. Me conoces. Cálmate.” La voz de Etienne era baja, pero firme. Mantenía ambas manos levantadas en un intento de no parecer amenazante.
Confundido, el anciano miraba de izquierda a derecha, antes de fijar su mirada en Etienne.
-“Estoy cansado.” Jonas murmuró otra vez.
-“Sé que lo estas. Es por eso que te llevaremos a casa—“
-“¿Entonces, quién lo vigilara? ¿A todos ellos? ¿Después de que yo me vaya?”
-“No te preocupes por eso. A ti y a mí se nos ocurrirá algo.”
Etienne había alcanzado al anciano. Por un segundo parecía que el anciano iba a explotar, pero después un profundo estremecimiento le atravesó todo el cuerpo.
-“Nunca debí hablarte sobre el.” Su cabeza se agachó; ambos brazos caían sin vida a sus lados. “Yo debía…pero nunca lo hice…”
-“Hay mucho tiempo para eso,” le aseguró Etienne. “Sea lo que sea, puedes contármelo después, ¿de acuerdo?”
Con un extraño sentido de distancia, Miranda observaba la extraña escena. Le tomó algunos minutos para darse cuenta que sus compañeros se habían reunido a su alrededor. Cautelosas miradas eran lanzadas una y otra vez. Ashley se veía con un susto de muerte; la expresión de Parker estaba entre la incredulidad y una rotunda risa. Y aunque Gage y Roo tenían sus cabezas juntas, Miranda aun pudo captar pequeños pedazos de la conversación.
-“¿De quién está hablando?”
-“No lo sé.”
-“Bueno, ¿de quién crees?” Roo persistía.
-“Creo que está asustado y confundido.” Abruptamente Gage la cortó. “Creo que él no sabe de lo que está hablando. Solo olvídalo, Roo.”
Miranda los ignoró lo más que pudo. No lo creía. No lo podía creer. El no podía ser su abuelo. Y después se escuchó a si misma preguntar. “¿El es realmente mi abuelo? ¿Qué le pasa?”
-“Te lo dije” Roo contesto. “Está loco.”
Parker le dio un fuerte codazo a Roo en las costillas. “Roo, cállate.”
-“Bueno, pero es cierto. ¿Por qué nadie quiere decir la verdad?”
-“No ahora,” Gage murmuró, pero con voz más firme. “Parker tiene razón—solo guarda silencio.”
La respuesta de Roo fue un gruñido y un encogimiento de hombros. Miranda sintió que alguien le apretó la mano, y se dio cuenta que había sido Ashley.
Entonces, sin avisar, el anciano se quedó asombrado y golpeó el suelo. Antes de que se dieran cuenta de lo que estaba pasando, Etienne se arrodilló a su lado y lo puso cuidadosamente sobre su espalda.
-“¡Llamen al 911!” Etienne gritó.
Parker automáticamente comenzó a buscar en sus bolsillos del pantalón. “Demonios. ¿En dónde está mi celular?”
-“Yo tengo el mío”—Gage comenzó, pero la voz de Ashley lo interrumpió.
-“No servirá de nada. Estamos fuera del área, ¿recuerdan? ¡No hay señal!” | |
| | | Beauty Admin
Cantidad de envíos : 133 Fecha de inscripción : 15/03/2009 Edad : 36
| Tema: Re: Capítulo 7 (traducido por Anaid) Miér Jul 08, 2009 11:25 pm | |
| Emociones encontradas sucedían en el corazón de Miranda. Ella quería correr con su abuelo—quería correr para alejarse de él. Pero no pudo hacer ninguna de las dos cosas. Ni siquiera se podía mover.
-“¡Llévenlo al coche!” Etienne les ordenó. Y después cuando nadie se ofreció voluntario, su voz se volvió afilada. “¿Por qué se quedan ahí parados? ¡Allez! ¡Apresúrense!”
Todo mundo se movió, excepto Miranda. Mientras Roo, Parker y Gage corrían a ayudarlo, Ashley comenzó a tirar de ella para alejarla.
-“Vamos” apurando a Miranda para que corriera, Ashley se dirigía al BMW “¿Te sabes el teléfono de tu tía? ¿De tu mamá?”
Entumecida, Miranda negó con la cabeza. “La tía Teeta está trabajando.” Y mi madre no vendría.
Se subió a la parte trasera del convertible donde se había sentado antes. Para su sorpresa, Etienne y Gage inclinaron al anciano en el asiento y pusieron su cabeza torpemente sobre su regazo. Ashley ya se había sentado adelante. Con unas precipitadas y expertas maniobras Etienne se las ingenio para apretarse junto a Miranda, mientras Parker brincaba tras el volante y encendía el motor.
Etienne le dio sus llaves a Gage, quién inmediatamente corrió hacia la camioneta con Roo.
-“Mis asientos.” Parker gimió. “¿Quién los limpiara?”
Ashley no estaba divertida. “Tu familia tiene una sirvienta y un jardinero. Y suficiente dinero para remplazar tu coche cada vez que tenga una mota de polvo. ¡Ahora conduce!”
El carro se disparó hacia adelante. Antes de que Miranda lo supiera, ya estaban a mitad de camino en la carretera. Todo lo que pudo hacer fue observar el rostro de ese extraño—esa floja y esquelética cara con las arrugas cubiertas de lodo, y la sangre ya seca en esos profundos pliegues surcados de…
¿Tristeza? ¿Dolor?
No, era algo más fuerte que el dolor, ¿no es así abuelo? Algo peor que el dolor…
Por un corto segundo, su mente se lleno de sombras.
-“¿Qué fue lo que le paso?” finalmente preguntó. “¿De quién estaba hablando? ¿De qué estaba huyendo?”
Ashley le ofreció a Miranda una comprensiva sonrisa, y giro su cabeza porque estaba aturdida.
Estirándose hacia adelante, Etienne tocó a Parker en el hombro. “Toma la ruta del canal. Llegaremos más rápido.”
-“¿A dónde vamos?” Parker le preguntó. “¿A la clínica o al hospital?”
-“Está muy lejos el hospital—tendremos que ir a la clínica por el momento. Lo pueden trasladar si es necesario.”
-“¡No!” mientras unos fríos dedos se agarraban a la muñeca de Miranda, ella trato desesperadamente de zafarse. Escuchó los gritos de Ashley y el chillido de las llantas mientras Parker se retorcía para liberarse del abrazo de Ashley.
-“No… nada de clínica.” Aun agarrado a Miranda, Jonas Hayes la atravesaba con una suplicante mirada que casi le parte el corazón. Entonces, sus dedos se empezaron a relajar. Y sus siguientes palabras estaban llenas de emoción.
-“¿Por qué…eres Miranda?”, murmuró el anciano. “Eres mi nieta.”
Una corriente helada la atravesó. Mientras le devolvía la mirada en sobresaltado silencio, era como si ellos fueran las únicas personas dentro del coche.
-“Te lo ruego.” Sus ojos cerrados lucían fatigados. “Ninguna sala de emergencias. Muchas preguntas…muchas miradas. Por favor…sólo llévame a casa.”
Miranda miró suplicante a los otros. Etienne se veía severo; Ashley estaba tan pegada a la puerta como podía; Parker miraba inseguro a través del retrovisor.
No estando siquiera segura de lo que hacía, Miranda se apoyó en Etienne. “Tal vez deberíamos llevarlo a casa. Quizá se sienta mas cómodo ahí, con la tía Teeta.”
-“No sabemos qué tiene ni sabemos si está herido de gravedad.” Etienne le contestó. “Necesita un doctor. Puedes llamar a tu tía desde la clínica.”
Miranda dudaba. Su abuelo estaba en un estado de inconsciencia, había soltado su agarre, pero su mano aun cubría la de ella. Esta mano de un extraño, ella volvió a pensar. Y ahora…él la reconocía. Sabía quién era.
-“Llévenlo a casa.” La voz de Miranda fue alta y firme. “Me quedare con él.”
El ambiente en el carro cambió al instante. Miranda casi pudo haber jurado escuchar un colectivo suspiro de alivio proveniente del asiento delantero. Pero no por parte de Etienne.
Él la estaba observando, su expresión incierta. No podía estar segura si debería sentirse feliz o triste por la decisión que había tomado.
-“Mi tía Teeta volverá pronto.” Por alguna razón, sintió la necesidad de defenderse. “No debería hacer nada hasta que vuelva. Es decir, tal vez esto ya haya pasado antes. Ella sabrá cómo manejarlo mejor de lo que nosotros podríamos.”
Etienne comenzó a decir algo. Sus labios se abrieron, pero se volvieron a cerrar. Miranda miro deliberadamente hacia afuera para ver a Roo y a Gage en la camioneta de Etienne.
Nadie hablo durante el resto del viaje. Fue solo cuando Parker aceleró al entrar en el patio de la casa Hayes que el abuelo de Miranda se revolvió en el asiento de nuevo.
-“¿Lo ayudaran, verdad?” Esta vez no se dirigía a Miranda, parecía no hablarle a nadie. “Encontrar lo que está buscando…lo que ha perdido…”
Miranda le iba a hacer más preguntas, pero los frenos estaban chillando y Etienne ya estaba fuera del coche. Mientras la camioneta frenaba de golpe tras ellos, Gage se bajó corriendo.
-“¡Llevémoslo adentro de la casa!” Etienne les grito. “Gage ve del otro lado y—“
-“No…no...no están escuchando.” Aun cuando Parker ya había apagado el motor, el anciano se retorcía para sentarse. “¡Tienen que ayudarlo! ¿Por qué no me creen? ¿Por qué nadie me cree?”
Lo único que Miranda pudo hacer fue quedarse quieta mientras los tres chicos quitaban a Jonas Hayes de su regazo. Ashley se retrajo hacia un lado y se mordía nerviosamente el labio.
-“Puedo caminar.” El anciano dijo débilmente. El alejó a los chicos con la mano, y se recargó contra la puerta delantera, sus aturdidos ojos escaneando la casa, el césped y los rostros de sus rescatadores. Miranda no estaba segura de que su abuelo si quiera supiera en donde estaba. Cuando Gage y Etienne lo sostuvieron entre ambos, el no se resistió. Y lentamente lo llevaron hacia la entrada.
-“Esta bien, Jonas” Etienne le aseguró “Sólo necesita descansar, es todo.” Caminó unos pasos, y se volvió hacia Miranda. “¿Nos vas a ayudar o qué?”
Asustada, vio la acusación en su mirada.
-“Tu fuiste la que quiso quedarse con el” Etienne le recordó “No servirá de nada que el este adentro y tu aquí afuera.”
La verdad de ello la golpeó—todas las cosas que debió considerar, antes de haber tomado esa precipitada decisión. Ella tenía prohibido conocer a su abuelo. No tenía idea de dónde ponerlo, o qué hacer con el cuándo estuvieran dentro. Y su madre estaría absolutamente furiosa.
Pero antes de que pudiera responder, Jonas Hayes se soltó. Quedó libre tan de repente que Gage y Etienne casi se caen en la tierra.
-“¡Tu eres la elegida Miranda!”
La voz de su abuelo la alcanzó. Podía escuchar la desesperación en ella, y el dolor. Sus ojos, tan salvajes antes, ahora fijos en ella con una gran gentileza, como si rezara en silencio.
-“Tienes que hacerlo Miranda” el anciano comenzó a llorar. “Eres la única que puede.”
Mientras todos miraban asombrados, Jonas Hayes se cayó a través del patio, se quedo a mitad de la entrada. La puerta principal se cerró, y se había ido.
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