4 “¿QUIÉN ANDA AHÍ?”
Alarmada, Miranda miro para todos lados. “¿Mamá, eres tú?”
Desde donde se encontraba, podía ver la habitación completa, hasta el pequeño baño desde su puerta abierta. Podía ver su solitario reflejo en el antiguo espejo de cuerpo entero cerca de una esquina. Podía ver que todo el apartamento estaba vacío.
Y de pronto, no estaba sola.
Lentamente, la temperatura fue descendiendo. El aire se volvió pesado y seco. Quería gritar, correr, pero su propia voz estaba paralizada y sus pies estaban enraizados al suelo.
“No…. estas equivocada...”
Habló otra vez, esa voz. Viniendo de algún lugar que ella no pudo encontrar, de una persona que no podía ver. Un murmuro que escuchó perfectamente, a pesar de que la habitación estaba en completo silencio.
Una voz de hombre. La voz de un extraño. Una voz tan hueca, sin esperanzas, que le envió escalofríos hasta lo más profundo de su alma.
Miranda lanzó un grito. No había notado que estaba conteniendo la respiración; no tenía idea de cuánto tiempo había estado aquí, traspasada por el solitario apartamento a su alrededor.
Pero ahora podía sentir el pegajoso calor, escuchar ruido del ventilador y el zumbar de una mosca en la ventana.
¿Habría estado soñando despierta? ¿Cuánto tiempo había pasado? Ahora lo recordaba; se suponía que debía estar con su grupo de estudio ya que irían a recogerla. ¿No los habría oído llegar? ¿Habrían llegado y después ido tras ella no haberlos escuchado? ¿Tal vez creyeron que no estaba en casa? ¿O tal vez… le habrían jugado una broma?
Sus mejillas se encendieron con tan solo pensarlo. Quizás le habían jugado una broma— ¡Hey asustemos a la nueva chica con su idea de la Caminata Fantasma! Tal vez estaban todavía ahí afuera, con su videocámara esperándola a que saliera para poder burlarse de ella. O quizás ya se habían dado a la fuga—esto la sacaba de sus casillas, la hacía pensar que realmente estaba loca.
Miranda corrió a abrir la puerta. No podía ver ningún carro afuera, pero eso no significaba que su grupo no estuviera escondido en algún lugar. Y aunque no estaba exactamente segura si estaba huyendo del origen de las voces, o estaba yendo hacia ella, salió del cuarto a una velocidad impresionante.
Muy tarde ella notó la figura que estaba en medio de las escaleras—la figura en camino hacia arriba mientras ella corría hacia abajo.
Atrapada por el momento, ni siquiera tuvo tiempo para gritar antes de que ambos chocaran con fuerza.
“¡Whoa! ¿Tratas de matarme o solo de suicidarte?”
Miranda se tambaleó por el choque. Mientras que un par de brazos la estabilizaban, ella retrocedió y miró a la persona que bloqueaba su camino.
Fácilmente media 1.80m de estatura, era alto y flaco en sus enlodadas botas de trabajo, vestía una camiseta y pantalones a la cadera. Los curvos huecos de sus mejillas estaban acentuados por fuertes y altos pómulos, y ella podía ver que sus brazos estaban hechos de tensos y fuertes músculos. Su piel lucia naturalmente bronceada. Tenía espesas ondas de cabello negro enredado que le llegaban casi a los hombros, y sus sensuales labios estaban fuertemente presionados. Le recordaba a un gitano salvaje.
Después de que hubo pasado el shock inicial, Miranda estaba furiosamente molesta.”¿Qué pasa contigo? No es como si no me hubieras visto venir. ¿Por qué no te quitaste de mi camino?”
-“¿Y dejarte caer?” Sus ojos reflejaron un falso terror. Eran los ojos más negros que había visto. “Pero me siento más cómodo de haber caído en el piso y no en el patio de entrada de la casa.”
El patio de entrada como todos los caminos del pueblo, era un estrecho camino surcado por conchas de ostra aplastadas.
La furia de Miranda disminuyó un poco.
“Pudiste haberme advertido”, ella murmuró. Su corazón había dejado de latir, aunque sentía que seguía temblando. “¿Cuánto tiempo has estado allí afuera?”
No estaba mirándola con el ceño fruncido ahora. Su cara estaba tranquila e inexpresiva, que lo hacía ver aun más cobarde. “No te estoy acechando, si es a lo que te refieres.”
-“¿Había alguien más contigo afuera?”
-“No.”
-“¿Estás seguro? ¿No estabas hablando con nadie hace un minuto?”
-“No hay nadie más que yo. Y estoy seguro de que sabría si hubiera hablando conmigo mismo.”
-“Mira… estoy segura de haber escuchado una voz.”
Esta vez el levantó una ceja, su mirada barriendo el patio vacio. “¿Y hace cuanto que has estado escuchando esa voz?”
¿Se estaba burlando de ella? ¿Siendo sarcástico? Fuera lo que fuera, Miranda no lo apreciaba.
“¿Quién eres tu? ¿Qué estás haciendo aquí?”
-“La señorita Teeta me envió para arreglar el aire acondicionado.”
Señorita Teeta. Miranda aun no estaba acostumbrada a toda esta pasada de moda cortesía sureña, una tradición tan madura y respetable—los si señora y no señor y la gentil obsesión con los buenos modales. La conclusión a la que había llegado era que los adultos y la gente mayor eran tratados con extrema cortesía, pero si eras su amigo podías preceder su nombre con señor o señorita. Señorita Teeta, la real dama del estado. La señorita Wanda, del salón de belleza. El señor Louie, quien traía el correo a diario. Hasta su madre había sido etiquetada tras su regreso—Miranda la había escuchado referirse a los vecinos del final de la calle como la señorita Emmeline y el señor Henry.
-“Así que… ¿me dejaras entrar?” el joven pregunto. Su voz era profunda y un poco ronca. Definitivamente un acento sureño, pero con algo más— ¿un rastro de francés, tal vez?—mezclado. Algo musical y misterioso. Sexy, aunque…
-“¿Cómo se que estás diciendo la verdad?” Miranda volvió a la tierra. “Podrías ser un ladrón.”
Amartillando su cabeza, señaló con su barbilla hacia el apartamento. “Yo, debería estar seriamente desesperado como para robar este lugar. No hay muchos beneficios en estos días al vender tapetes hechos de cordones y viejas cacerolas.”
Así que había estado antes en el apartamento. Aun tratando de mantener su dignidad, Miranda asintió levemente y comenzó su camino hacia las escaleras.
-“Mmmm… apuesto que estas muy caliente”, lo escuchó murmurar tras ella.
-“¿Disculpa?”
“Con el aire acondicionado descompuesto—su cara era de pura inocencia—debe estar a 100°C aquí.”
Mientras la puerta se cerraba tras ellos, el caminó hacia la ventana e inmediatamente comenzó a inspeccionarla. Miranda lo observó por un momento, y después se sentó en el sofá. No había ninguna murmurante voz aquí.
¿Lo habría imaginado?
-“Se lo dije a la señorita Teeta un millón de veces, no es bueno seguir arreglando este viejo pedazo de chatarra. Todo tiene que morir algún día.” El joven parecía hablar más para sí mismo que para ella. Mientras Miranda observaba, el luchó para sacar el aire acondicionado del alféizar, y lo colocó en el piso.
La idea de permanecer un minuto más en este calor era impensable.
- “¿Quieres decir que no lo puedes reparar?”
-“Puedo arreglar cualquier cosa, querida.”
-Yo no me llamo así”, lo corrigió. “Y no esté tan impresionado consigo mismo, Señor Reparatodo.”
Por un corto segundo el pareció casi divertido, pero después sus facciones se volvieron indescifrables otra vez. Mientras el permanecía agachado haciendo su trabajo, ella lo volvió a mirar apreciándolo curiosamente. Ella antes no había notado las cicatrices de sus brazos –débiles impresiones, algunas derechas, algunas dentadas, otras extrañamente entrecruzadas. Ella se imagino por un segundo si habría tenido un accidente cuando era pequeño.
Sus ojos se movieron hacia el resto de su cuerpo. Estaba ocupado desatornillando la parte trasera del aire acondicionado, sus movimientos rápidos y fluidos. Ella lo miró observarla, y ella rápidamente volteo hacia otro lado.
-“Siento lo que paso”, le dijo. Hubo una molesta pausa antes de que añadiera, “Para ti y tu mamá—el huracán y todo eso. Debe ser duro, por todo lo que están pasando.”
Miranda lo observó, mientras él se inclinaba hacia adelante, su cabello cayendo alrededor de su rostro, tapándole la vista.
-“¿Cómo sabes de esto?”
-“Todo el mundo lo sabe. Y si no lo sabían antes de que llegaran, estoy seguro que lo sabían a los cinco minutos después de que hubieran llegado.” El se encogió pero no levantó la vista. “Un pueblo pequeño. Te acostumbras.”
No, te equivocas. Yo nunca me acostumbraré. Nunca me acostumbraré a la gente que sabe de mis asuntos o invade mi privacidad. Sólo Marge y Joanie compartían eso conmigo. Sólo ellas.
-“Odio este lugar.” Las palabras salieron, amargas y molestas, antes de que Miranda pudiera detenerlas. Avergonzada, ella volcó su atención hacia el piso. Genial. Ahora probablemente apareceré en las noticias de las seis de la tarde…
El chico Reparatodo, sin embargo, no pareció del todo ofendido. “Cambiaras de opinión.”
-“¿A qué te refieres, con que cambiare de opinión?” Otro momento de enojo la envolvió. “Ni siquiera me conoces.”
“El pueblo, tiene una manera de atraparte.” Él se echo atrás sobre sus talones. Se secó la cara con una de las mangas de su camiseta dejando una mancha de suciedad en la frente y a lo largo de su mejilla izquierda. “Y tal vez, yo te conozca mejor de lo que crees.”
Nerviosa, Miranda buscaba inútilmente una réplica.
-“Realmente escuchaste a alguien antes, ¿no es así?” Él la miró con una deliberada y calmada mirada. “Y qué hay de los gritos, ¿los has escuchado también?”
FIN